Cuando a los especialistas nos preguntan en los más diversos foros ¿Cómo paramos esto? ¿Cómo detenemos este goteo incesante de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas?, solemos responder siempre que cuando intervenimos los abogados/as, los fiscales o los jueces, ya suele ser tarde. El maltrato físico o psíquico (cuando no los dos simultáneamente) ya se ha producido. La herida en el alma de la mujer maltratada y en la de sus hijos ya se ha producido. Sólo podemos esperar que sea leve y restañarla siempre en parte, e impedir que el mal se extienda. Y no siempre lo conseguimos.
La respuesta, solemos afirmar a quien nos lo pregunta, no es el Código Penal; es la educación. Desde la escuela, luego en el instituto, y especialmente el hogar, hay que fomentar la igualdad entre mujeres y hombres, su equiparación como personas que ostentan iguales derechos e obligaciones.
También marcar a fuego en la conciencia de todos que la violencia de género, esa que asesina a las mujeres de este país, no es un asunto privado, familiar, que como tal se tiene que resolver desde las puertas del hogar hacia dentro.
Otra cuestión que ayudaría sería la tolerancia cero ante determinadas expresiones y manifestaciones que fomentan la violencia hacia las mujeres, con actuaciones de oficio de la Fiscalía.
Todos los implicados en la materia recordamos los cánticos en el campo del equipo de fútbol de primera división Real Betis Balompié, que justificaban la conducta de un jugador investigado por agredir físicamente a su pareja, llegando la desvergonzada grada a tildar a la víctima de «puta» y de que «algo habría hecho» para merecer la agresión.
Ayer mismo, nos desayunábamos en la prensa con la noticia que relataba como el cuñado de una prominente figura del partido popular valenciano manifestaba sin ambages públicamente que no dudaría en «correr a bofetadas» a su esposa (http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2016/02/10/56bb4bc2268e3ef3718b465c.html) si se enteraba que había actuado de determinada manera, manera que en ningún caso justificaba esa ni ninguna agresión.
Nadie, pero mucho menos los medios de comunicación, pueden dar pábulo a ese tipo de declaraciones o manifestaciones, sino en todo caso, ponerlas en conocimiento de la justicia cuando se produzcan. Si el silencio es muchas veces cómplice la violencia de género, a veces el tratamiento inadecuado o incluso la difusión de determinadas declaraciones lo es en mayor medida.
Pero no todo va a ser pesimismo. En la sociedad algo está cambiando. Muchos hombres y mujeres ya son conscientes de que la violencia de género, además de no ser permisible, no consiste solo en la mera agresión física, sino que empieza mucho antes. Y para muestra un botón: en los carnavales de Cádiz la comparsa «Los cobardes» cantó el pasodoble titulado «las dos de la mañana» (https://www.youtube.com/watch?v=RsAzlm2Layw) criticando el silencio cómplice de la violencia de género.
Antonio J. Muñoz González
Abogado
Vocal de la Subcomisión de Violencia sobre la Mujer del CGAE